Soy Felicia una chica Scort de 30 años de edad, tengo un cuerpo esbelto, muy cuidado, de piel morena, cabello negro, largas y definidas piernas que confluyen en una húmeda gruta de pasión, con mis atributos muy destacados: redondas y grandes tetas, pubis depiladito en forma de corazón y un cola grande y carnoso que me gusta exhibir siempre vestido de patentes cueros negros y brillantes.

Recientemente me contactó uno de esos aventureros e insaciables sexuales que andan buscando cosas exóticas. El apuesto Sr. Leoncio, un corpulento oso-hombre, por la cantidad de pelos que tiene en todo su cuerpo. De grandes y macizos brazos, pectorales y piernas musculosas. Un divino y carnal culo sumado a aquel miembro doblado, venoso y descapotado de poco más de 20 centímetros que cuelga entre sus piernas.

Me llevó a un hotel cinco estrellas y yo me fui muy perfumada, luciendo mis trajes nocturnos e íntimos propios de una Gatubela. Ese hombre se convirtió en mi domador sexual y así me sometió para cumplir sus fantasías.

Le hice bailes eróticos  muy sexuales que fueron subiendo nuestras adrenalinas, lo lambí y chupé todo su cuerpo para irlo desnudando poquito a poquito. El hombre se fue calentando y se puso al rojo vivo de pasión en poco tiempo. Yo daba vueltas en esa habitación en cuatro patas como una gata en celos y el me sodomizaba con un látigo fuerte.

Al llegar a su madre miembro balbuceante, me penetró buscando meterme por completo esa criatura en mi boca. Así comenzó a cogerme duramente. Su melena de pelos me la restregada en la cara y hasta su culo, en ese momento, llevó mucha lengua al igual que sus tremendos cocos

Me subió a la cama y me mamó todo el cuerpo, tetas y colita fueron mi debilidad para él. Estando en cuatro patas fuimos dos animales en celos teniendo sexo extremo. Me penetraba simultáneamente tanto por mi concha como por el culo y yo gritaba de placer.

Me cubría toda con su cuerpo, me apretaba fuerte hacia él y toda su masa sudorosa de pelos era como la alfombra que me arropaba.

Su primera acabada me la echó dentro de mi conchita, la cual comenzó rápidamente a mamarme hasta que me vine en su boca con fluidos mezclados con su leche.

No tardó nada en estar erecto de nuevo y empezó a culiarme de pie me traspasó con su pico el culo, me pedía que aullara como una loba herida y al oído me decía, que era su perra, gata, zorra y loba.

Así lo complací y me hizo acabar muchas veces. No hubo lugar en donde no me hiciera suya durante esa noche. Estábamos muy activos, seguíamos y cada vez, buscábamos más.

Lo hicimos metidos en el jacuzzi y debajo de las aguas me penetró hasta que se me enrojeció la vulva. Ya en la camita de nuevo, soló me pedía que lo lambiera como su gata en celos. Chupe todo sus pelos para terminar de nuevo en un romántico y quieto 69 donde nos bebimos las últimas babitas que salieron de nuestros sexos.

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