Llegan estas fechas y con ella los ricos deseos de compartir hasta el sexo, al más rojo vivo de Santa Claus, o viejito pascuero como acá le decimos en Chile.

Para una chica Scort, la llegada de la navidad viene con todos sus atuendos propios de la época decembrina, arropados por el más atrevido rojo de la pasión.

Yo soy Perla, una hermosa flaca de cuerpo definido, piernas largas, una colita levantadito y redondo, toda doradita por el sol, grandes tetas de ricos pezones, cabellera roja y trajeada con un gorro del Sr. Pascuero, una batita sexual muy mínima que hace ver mis hilos sexuales los cuales partía en dos mi carnosa vulva, tacones altos y un exótico maquillaje alusivo a la navidad.

Pues llegó mi noche de paz y noche de amor con un viajero que siempre me visita para fin de año y esta vez me pidió cumplir su fantasía sexual navideña.

El es Rodolfo, tal cual como el Reno famoso… un hombre atlético, de gran cuerpo musculoso, un tipo oso de esos llenos de pelos por todas partes, ojos verdes, grandes manos y un miembro que parece un péndulo que cuelga entre sus piernas superior a los 20 centímetros de cabeza roja y palpitante como la propia nariz del Reno.

Me fue a buscar en su espectacular carro que parecía un trineo y me llevó a un hotel tan frío como el Polo Norte.

Desde el carro ya íbamos excitados, metiéndonos mano por todas partes, especialmente él escarbando en mi concha, en busca de mis calores sexuales.

Llegamos a nuestra habitación decorada cual sala navideña y al pie de la chimenea, mi hombre Santa Claus me llevó en brazos para hacerme el amor. Me acostó sobre la alfombra, abrió mis piernas y comenzó a darme el mejor sexo oral de mi vida, los gemidos eran extremos, al final gritaba como una loba herida. Acabé en su boca con la cual parecía arrancarme el clítoris.

Luego de eso se puso en pie y abriéndose la bata roja quedó desnudo con aquel miembro grueso, carnoso, duro y doblado a la izquierda por cuya cabeza resbalaban sus babitas calientes.

Me puso en cuatro patas y me culio como si fuera una reno, mi Viejito Pascuero se convirtió en un dominador sexual, cuyo correaje lo usó dándome fuertes latigazos y haciéndome de forma salvaje el amor. De ahí en adelante yo fui su fiera, me daba nalgadas, me mordía por el cuello, apretujaba mis tetas y me penetraba con furia tanto por mi cola excitada como por la concha simultáneamente. Este hombre estaba desbocado, su primera acabada me la echó dentro de mi cola y cayó rendido y jadeando al piso. Luego de media hora de descanso  comenzamos un rápido 69 y prontamente estaba firme como un arbolito. Esta vez comenzó a poseerme de pie, primero se masturbó con mis tetas y nalgas, metiendo su enorme pito entre ellas. Luego me puso las manos hacia atrás y me penetraba muy duro. Yo gritaba, gemía, lo arañaba, mordía sus músculos, tetillas y nalgas. Así me tuvo por largo tiempo, variando en todas las posiciones hasta que fue imparable su pesada acabada, entonces esa leche blanca como la nieve llenó mi boca, cubrió mi cara y chorreó sobre mis tetas.

Yo empecé a lamerme el cuerpo, le dejé su sexo limpio completamente, nos besamos intercambiando esos blancos fluidos sexuales, para volver a empezar una y otra vez.

Akiles

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