
Esta experiencia me sucedió con Gilberto, un cliente nuevo que andaba buscando a una chica que lo bañara sexualmente cuando llegaran al clímax.
Soy Sara, una negra colombiana de 36 años, de vulva pronunciada y rosadita, clítoris grande, cola glorioso, tetas carnosas y de pezones erectos, labios calientes y una larga lengua para chupar, mamar y lamer todo el cuerpo de un hombre sediento de sexo extra límite.
Él, un cliente santiaguino recomendado, todo un chico aventurero, jovial, chistoso, sexualmente ruino, flaco, de pene promedio, muy grueso y cabezón.
Nos fuimos a un hotel y su deseo era que ambos nos envolviéramos con nuestras acabadas húmedas, mojarnos por todas partes, chorrearnos, empapar las sábanas, compartir y tragar todo lo que salía de nuestros excitantes sexos.
Toda la culeada que tuvimos siempre fue muy ruda, violenta, fuerte, nos hacía a los dos estar sudados, excitados y con la misma, nos besábamos en una furia de lenguas hambrientas que nos dejaba chorrear nuestras salivas.
El sudor de hombre y mujer nos corría por todo el cuerpo. Tendidos uno sobre el otro en posición de 69, nos dimos la mamada del siglo, en la cual nuestras babas sexuales chorreaban por nuestras caras y cuellos, a la par de masturbarnos y meternos los dedos en la colita.
Siempre aguantábamos y postergábamos nuestras ganas de acabar. Me mamó las tetas, se empezó a masturbar con ellas, metiendo su miembro entre mis esféricas. Yo le comí las tetillas, metí la lengua en su ombligo, le mame el pico con ganas de arrancárselo con mi boca, le chupe esos ricos cocos cargadas de leche y le metí la lengua en su culo en un fuerte beso negro.
Seguíamos haciéndolo por la concha y por mi cola simultáneamente, me lo metía y sacaba muy rápido, mientras me estrujaba las tetas.
La intensidad fue creciendo cada vez más y los gritos de placer se escuchaban fuertemente en toda la habitación. Y prácticamente en todo el motel El clímax se acercaba y metiéndomelo con más fuerza hasta el fondo, me acabó de chorros calientes dentro de mi concha y sacándomelo rápidamente, me llenó también mi cola con su leche.
Yo no pude seguir aguantando más y mi acabada de chorro se la eché en su cara, la cual tragó casi toda.
Por último terminé orinando con fuerza sobre su cara, pecho y pene, para que el también hiciera lo mismo conmigo. Se levantó y me bañó doradamente desde la cara hasta mi cuca con su orine caliente.
Akiles